«Quien contempla los iconos es ‘transformado’ en virtud de una especie de acción sacramental. Los iconos son el retrato de Cristo encarnado, o de sus amigos, en quienes vive Cristo. El culto cristiano de las imágenes no es contrario al primer mandamiento que proscribe los ídolos. ‘El honor dado a una imagen se remonta al modelo original”. “El que venera una imagen, venera en ella la persona que en ella está representada”. El honor tributado a las imágenes sagradas es una veneración respetuosa, no una adoración, que sólo corresponde a Dios.»